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viernes, 19 de diciembre de 2014

Huele a viejo

Huele a viejo el año que se acaba, con la niebla y el frío arropando su decrepitud. Mientras, alumbrados por la caja tonta en nuestros hogares, soñamos con las promesas del año nuevo envueltas en deslumbrante papel de regalo.
Nos fascina lo nuevo porque lo asimilamos a la pureza, a la ilusión, al cambio. Es como hacer borrón y cuenta nueva. Aunque, a la vez, tiene el sabor de algo antiguo, porque nos transporta a la niñez, vivida o recordada, donde todo era más luminoso, más emocionante... más sencillo. Probablemente por eso nos gusta tanto lo nuevo, porque nos transporta al pasado, a los viejos tiempos.

Desde la fulgurante aparición de Podemos, la pasión por lo nuevo raya con el frenesí. Un partido nuevo, gente nueva, ideas nuevas. Todo limpio de la putrefacta corrupción que nos escupen todos los días las noticias. Incluso un lenguaje nuevo que se ha instalado como un gato se adueña del sillón de la casa: casta, asamblea, participación ciudadana, proceso ilusionante, transversalidad, círculos, empoderamiento, transición inacabada, bipartidismo, PPSOE...

Bueno, nuevo, nuevo... Esa novedad que tiene encontrar un viejo vestido en el desván de la casa de tus abuelos y comprobar que está estupendo, te queda como un guante y además es muy hipster.
Como una epidemia, la aversión a lo viejo como contraposición de lo nuevo se ha extendido rápidamente y políticos de todo signo la han hecho suya al compás de la sociedad jaleada por los medios. Salvo el PP, claro, que pese a estar hundiéndose en su propia inmundicia, nos insiste con esa convicción propia de los locos en que todo lo hace para aplacar la ira de los dioses (hoy léase mercados) tal y como dictan las sanas tradiciones.
La lógica es sencilla. Una pildorita fácil de tragar.
Lo nuevo es sinónimo de pureza, luego es intrínsecamente bueno (hasta que se demuestre lo contrario, como dicen los estadounidenses de los pesticidas, del fracking o de los medicamentos).
La antítesis es lo viejo, sinónimo de podredumbre, de corrupción, luego es intrínsecamente malo.
Así de fácil. Nuevo, bueno. Viejo, malo, casta, puag.
Nos hartamos de oír que el viejo modelo bipartidista del PP-PSOE está acabado, que ya es hora de poner fin al régimen del 78, de acabar con la casta y de recuperar la soberanía para la mayoría ciudadana en un proceso ilusionante de confluencia social, transversal y participativo. ¡Toma ya!
En esto Podemos le gana por goleada a Ganemos. Podemos, pese a sus inicios filocomunistas, abre los brazos a todo el espectro político, pues tiene vocación de partido único. Ganemos, sin embargo, tiene alma de izquierda unida y, dando la espalda al PSOE-casta, aspira a aunar al resto de la izquierda, con lo que no deja de ansiar un nuevo (por lo tanto puro y bueno) bipartidismo: Ganemos vs PPSOE.
Para hablar tanto de diversidad, ¡cómo gusta el blanco o negro!
EQUO se ha posicionado claramente a favor de los movimientos de confluencia, arrastrado por ese fervor maniqueísta y por las continuas pullitas sobre la apabullante irrupción de Podemos frente al tímido avance del partido ecologista.
Sin embargo, precisamente por tratarse de un momento histórico de cambio, EQUO podría diferenciarse por representar el equilibrio. Si despojamos de absolutismos, generalizaciones y asimilaciones infundadas la retórica actual, vemos que no todo lo que se ha hecho hasta ahora está mal; no todos los valores morales están corrompidos; no es todo lo viejo es cinismo o mediocridad ni casta; ni todo lo nuevo aunque reluzca es oro.
Es necesario reconducir el debate y la actuación política a lo esencial: el bien común dentro de un mundo globalizado con un grave problema ecológico y en un estado de dominio absoluto de los desatados mercados financieros.

Quizás no es lo que esté de moda, ni sirve para hacer grandes campañas publicitarias (perdón, electorales), pero muchos echamos en falta esa opción, cuánto mejor en un partido europeísta, ecologista y social.

Hace no mucho, oí a alguien que defendía con ahínco lo nuevo como valor supremo. Huelga decir que los viejos políticos y luchadores sociales veían en su novedad lo que ellos habían defendido siempre. Es curioso cómo podemos usar el lenguaje y distorsionarlo sin pudor para que nos arrulle al oído. Aunque claro, puede que el problema es que a mí siempre me ha gustado el olor a viejo de los libros.
 
Mis mejores deseos para todos: Feliz Navidad y Mejor 2015


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